sábado, 12 de noviembre de 2016

Por amor al recuerdo.



Volví porque había dejado una parte del corazón.
Necesito armarme, me dije mientras llegaba, y divisé este enorme edificio que había sido tantas cosas: Colegio, abandonado, colegio, oficinas y ahora abandonado de vuelta.
Me quedé un rato mirando el patio, el rectángulo de cemento rodeado por un muro de concreto tirado abajo por las circunstancias: ya no separaba los dos edificios, solo deja ver  los primeros estigmas.
Los únicos triunfales ante el paso del tiempo son los álamos, aún se levantan como un viejo recordatorio, un dulce recuerdo de lo que no pudieron hacer con nosotros, de lo que no pude hacer con vos.
Vi a mi alrededor, reconocí la gran raíz donde elegí a los hombres de mi vida, donde te nombré como heredero de mi esperanza. Pero ya no es así.
Y te juro que la idea me estremeció.
Busqué en lo alto del edificio norte: posaba, como perdida en el tiempo, esa ventana tan hermosa que me hizo soñar, ahora iluminada por el inminente atardecer parecía de otro universo.

Recordaba perfectamente el camino, era la tercera vez que lo hacía y la última fue especialmente significativa: Entrar al edificio, llegar hasta la esquina izquierda, doblar en el pasillo, abrir la primera puerta, continuar por el pasillo, enfrentarme con la escalera de caracol.
Ya no hacía falta la llave que en aquel entonces me entorpecía el recorrido.
¡Qué vértigo subir la escalera! la chapa vieja de color azul que rechinaba con cada paso, ¿se siguen usando estos peldaños? También pensar en eso me provocaba vértigo.

Arriba, para mi tranquilidad, era lo mismo. A la izquierda la gran puerta negra, a la derecha la gran puerta de madera.
Tuve el impulso de abrir la primera para asegurarme si seguía estando aquella criatura que me impidió verte la primera vez. Pero no quise arriesgarme, conocía el camino, puerta derecha, de madera de roble, tallada con tus propias manos.
Acaricié las formas de flores y bestias, paisajes oníricos de tu mundo... me preguntaba si estabas ahí, si ya me habías sentido entrar.
Casi toco la puerta, pero me pareció más adecuado hacerlo como aquella primera y última vez, por amor al recuerdo.
Empujé y estuve frente a frente con esta tarde, este sentimiento.
Admito que mis lágrimas empaparon los juguetes, intactos, la madera a los costados pulcra e impecable esperando recibir tu magia.
Quise quedarme mago, hermoso mío...
Vi tu sombra donde te encontré la primera vez, inerte. Me acerqué muy despacio y con la inocencia de aquel entonces apoyé la cabeza en la capa, colgada sobre la silla. Tu doble se debe haber alterado con mi presencia, porque deambulaba a mi alrededor, abrazaba mi sombra.
Entendí que si te veía de vuelta acá nada me aseguraba el regreso.
¿Quién era más bestia, el monstruo de la puerta izquierda o vos con tu amor envolvente?¿Quién más ermitaño?¿A caso eran lo mismo?
Perdón, no pude quedarme a esperar tu regreso.
Tampoco fui capaz de llevarme de vuelta el pedazo de mi corazón que te dejé.
Veo que lo cuidás, en la caja donde lo pusiste y prometimos esperarnos.
Ahora los tiempos cambiaron, mi amor está en otras personas, en otros lugares.
Si alguna vez podés aceptar esto te voy a estar esperando en Carmesí.
No te doy la dirección porque sé que sabés llegar... y si no, deberías dejarte volar por el barrilete, ese que siempre te lleva donde yo tengo que estar.
Nostálgica,
M.L.L