sábado, 12 de noviembre de 2016

Por amor al recuerdo.



Volví porque había dejado una parte del corazón.
Necesito armarme, me dije mientras llegaba, y divisé este enorme edificio que había sido tantas cosas: Colegio, abandonado, colegio, oficinas y ahora abandonado de vuelta.
Me quedé un rato mirando el patio, el rectángulo de cemento rodeado por un muro de concreto tirado abajo por las circunstancias: ya no separaba los dos edificios, solo deja ver  los primeros estigmas.
Los únicos triunfales ante el paso del tiempo son los álamos, aún se levantan como un viejo recordatorio, un dulce recuerdo de lo que no pudieron hacer con nosotros, de lo que no pude hacer con vos.
Vi a mi alrededor, reconocí la gran raíz donde elegí a los hombres de mi vida, donde te nombré como heredero de mi esperanza. Pero ya no es así.
Y te juro que la idea me estremeció.
Busqué en lo alto del edificio norte: posaba, como perdida en el tiempo, esa ventana tan hermosa que me hizo soñar, ahora iluminada por el inminente atardecer parecía de otro universo.

Recordaba perfectamente el camino, era la tercera vez que lo hacía y la última fue especialmente significativa: Entrar al edificio, llegar hasta la esquina izquierda, doblar en el pasillo, abrir la primera puerta, continuar por el pasillo, enfrentarme con la escalera de caracol.
Ya no hacía falta la llave que en aquel entonces me entorpecía el recorrido.
¡Qué vértigo subir la escalera! la chapa vieja de color azul que rechinaba con cada paso, ¿se siguen usando estos peldaños? También pensar en eso me provocaba vértigo.

Arriba, para mi tranquilidad, era lo mismo. A la izquierda la gran puerta negra, a la derecha la gran puerta de madera.
Tuve el impulso de abrir la primera para asegurarme si seguía estando aquella criatura que me impidió verte la primera vez. Pero no quise arriesgarme, conocía el camino, puerta derecha, de madera de roble, tallada con tus propias manos.
Acaricié las formas de flores y bestias, paisajes oníricos de tu mundo... me preguntaba si estabas ahí, si ya me habías sentido entrar.
Casi toco la puerta, pero me pareció más adecuado hacerlo como aquella primera y última vez, por amor al recuerdo.
Empujé y estuve frente a frente con esta tarde, este sentimiento.
Admito que mis lágrimas empaparon los juguetes, intactos, la madera a los costados pulcra e impecable esperando recibir tu magia.
Quise quedarme mago, hermoso mío...
Vi tu sombra donde te encontré la primera vez, inerte. Me acerqué muy despacio y con la inocencia de aquel entonces apoyé la cabeza en la capa, colgada sobre la silla. Tu doble se debe haber alterado con mi presencia, porque deambulaba a mi alrededor, abrazaba mi sombra.
Entendí que si te veía de vuelta acá nada me aseguraba el regreso.
¿Quién era más bestia, el monstruo de la puerta izquierda o vos con tu amor envolvente?¿Quién más ermitaño?¿A caso eran lo mismo?
Perdón, no pude quedarme a esperar tu regreso.
Tampoco fui capaz de llevarme de vuelta el pedazo de mi corazón que te dejé.
Veo que lo cuidás, en la caja donde lo pusiste y prometimos esperarnos.
Ahora los tiempos cambiaron, mi amor está en otras personas, en otros lugares.
Si alguna vez podés aceptar esto te voy a estar esperando en Carmesí.
No te doy la dirección porque sé que sabés llegar... y si no, deberías dejarte volar por el barrilete, ese que siempre te lleva donde yo tengo que estar.
Nostálgica,
M.L.L

sábado, 22 de octubre de 2016

Tal vez llegue.


Creo que empiezo a ver más claramente.

Me gustaría poder transmitirte a la perfección lo que veo ahora mismo y como mi asombro es mayor que mi poca destreza para escribir últimamente voy a intentarlo igual: estoy en un pueblo turístico donde el agua de mar se mezcla con la dulce, coexisten en este único y hermoso paisaje estilo archipiélago continental. Desde donde estoy yo, una costa de arenas blancas (llena hoteles modernos que se mimetizan con los cielos azules) se pueden ver las cientos de islas que caracterizan la región, estas (a veces a enormes y otras pequeñas) pueden estar habitadas o no, tener playas de arena, piedras filosas o un denso bosque.

Mi hermano se vino a vivir acá hace algunos meses, desarrolla casas sustentables en las islas y promueve que se preserve la naturaleza de las mismas habitando (las no habitadas suelen ser nido de actividades ilegales y peligrosas para el ecosistema). Aunque yo creo que lo movió un poco su espíritu aventurero.

La gente acá vive en el agua y se traslada a las islas más grandes en ferris, para uso particular tienen veleros, lanchas y un sistema muy novedoso: una especie de tabla en la que entran cuatro pasajeros y se mueve con un pequeño motor a una velocidad difícil de creer, o es que quizás yo no navegué lo suficiente en mi vida.

Nos detuvimos a almorzar en una isla lejana y desierta con una pequeña playa. El sol todavía no se va y me pongo a pensar que quizás buscar en el pasado solo me sirve para encontrarme en nuevos lugares: ahora en el medio de esta aventura, con gente adorable que me hace reír y me enseña nuevas habilidades me doy cuenta que me la paso buscando tiburones que me impidan llegar a la costa… ¿pero realmente me van a impedir llegar?

Espero no haberte atosigado con esta carta llena de descripciones. ¿Cómo está Carmesí? ¿Sopa? Sospecho que él al menos nota mi ausencia… quién diría que en tan poco tiempo me volví tan cercana a Dios.

Desde un pueblo paradisiaco, una brisa de amor.

viernes, 15 de julio de 2016

Un Dios gato, solo.

"Estuve meditando por muchos días y decidí que mañana me voy".
Pausa sonriente.
-Así, tan impulsiva?- el personaje sombra toma un sorbo de café.
Cuatro clientes, afuera hay sol, quizás el clima adivinó mis intenciones.
"Necesito renovar un poco los aires, los buenos... Tengo la promesa de ser bien recibida en varios de los destinos y como ahora estamos en vacaciones la ciudad está vacía, solo vos venís a charlar y aunque me encanten tus historias necesito acumular más de las mías".
-¿Y el gato?
Miro con cariño al rincón de la ventana.
"Sopa es Dios, se las va a arreglar..."


Frente al vidrio está Sopa, no presta atención a la conversación de atrás: está absorto entre algún pensamiento profundo y la inquietante presencia de otro gato en el paredón del otro lado de la calle.

martes, 28 de junio de 2016

(me) Habla el jóven Galileo, Ray Bradbury.


Esa tarde no abrí el café.
Invierno, a las seis ya era noche, fría y despejada noche en aquel mirador extraño y hermoso.
Cerré los ojos: me bañaba la luz de las lunas y los planetas más cercanos, llevada por alguna conjunción o sueño pasado, escuché entre la oscuridad y el pecho una voz lenta y apasionada que recitaba esto:

"Dijeron: oh niño, aparta los ojos.
¿Apartar los ojos? dije. ¿Apartarlos de los
                                                     /vertiginosos cielos
donde  surgen y giran los astros
colmando mi corazón y haciéndome sentir que soy
                                                                                      /capaz
por esta noche y otra y otra noche
de vivir por siempre y no morir?
¿Desviar la mirada, cerrar mi voluntad y mi alma a
                                                                                        /esto?
¿A esta alegría, a este ígneo deleite que me lleva
                                                                    /a deslizarme
en medio de la noche y echarme en la hierba,
un niño a solas con el Universo,
con el canto y el poema de Dios sobre la cabeza,
para leer, conocer, cantar?
¿No saber nada de esto, volverme ciego?
¡No!¡Dios quiere que así sea! Puso en mi sangre los
                                                         /destellos refulgentes
que me inspiran, me iluminan, me encienden y me
                                                                 /aterran de amor.
Leves destellos, inmenso Sol...
Todo uno: es lo mismo.
Llamarada o tenue fuego
yo conozco y guardo todo en los ojos, el corazón y la
                                                                                         /mente.
El sabor de la noche se demora en mi lengua. Y lo
                                                                                       /digo
para que otros, no invitados por sí mismos,
                                                  /durmientes y no bravos,
sepan lo que este niño sabe y sabrá siempre:
el Universo está poblado de fuegos y de luz
y no somos más que soles más pequeños,
                                     /envueltos en piel y atrapados,
mantenidos en altares de sangre y de valiosos
                                                                                 /huesos,
que rechazan la noche."



jueves, 23 de junio de 2016

Abajo.


En mis primeros años como entidad despierta tuve la necesidad de arreglar un juguete de mi infancia, a la par de esto me hice amiga de unos vecinos de la calle que eran sumamente misteriosos: eran una familia entera de personajes de piel pálida y cabello ceniza rubia, reacios a aparecerse en público, cada tanto los veía pasar haciendo gala de su rareza, y como por ese entonces yo estaba sumida en la más absoluta oscuridad poco a poco me sumergí en su mundo.
El juguete a reparar, un perrito robot con gran sensibilidad, todavía lo tengo exhibido aquí entre las botellas de licores y puedo arruinarles el final de mi historia contándoles que nunca pude arreglarlo. El caso es que no es el final de la historia lo que interesa, sino el oscuro proceso que me llevó a intimar con un mundo que rehusaba con cierta vehemencia... proceso que de alguna forma fue detonante de que me transformara en nómada, eterna extranjera en búsqueda de un "algo" místico que disipara la oscuridad en mi interior.
Cuando le conté sobre el tema de Poochi -de su mecánica anticuada que impedía que se levantara como antes- mi amigo espectro con quien ya había acumulado por meses otro tanto de aventuras me mencionó por primera vez Abajo.
Muy a pesar de haber estado viviendo por varios años en aquella ciudad y de tener una personalidad audaz -estúpida- y curiosa nunca había escuchado el término "Abajo".
- No es un término- me dijo aquella vez, riendo con sarcasmo- es un lugar...
"¿Un pueblo cercano?"
- Una ciudad subterránea.
Me pareció ridículamente genial la idea de una ciudad subterránea, le pregunté en que lugar geográfico se encontraba y me contestó que bajo nuestros pies.
Como no siguió hablando del tema tuve que insistir con mi sutileza de acero.
"¿Y qué tiene que ver Abajo con mi perrito robot inválido?"
Por un momento -para hacerse el interesante- se quedó callado, luego soltó un suspiro y revoleó sus bucles ceniza por el aire, nervioso.
- No te lo dije bien, Abajo no es una ciudad, es un mercado- se acercó con tono de secreto- es un mercado negro.
Como dije en un principio, en aquel momento mi vida estaba perdida en una oscuridad sin retorno ni aparente fin, quizás hoy en día lo pienso con temor: mercado negro nunca fue sinónimo de algo bueno. Ese día las dos palabras sonaban a aventura.
Obviamente le insistí para que me llevara, se negó en un principio alegando que la entrada era muy exclusiva y el ambiente peligroso, además de que socialmente hablando era un lugar muy secreto.
- Una vez que entrás a ese mundo es difícil salir, si te quedás detrás de la línea roja no hay problema y hasta es divertido, pero si llegás a cruzarte al otro lado no puedo asegurarte que vas a volver a ver la luz del sol en libertad.
Dicha la advertencia me guió a la entrada más cercana: una tapa de alcantarilla a unos pasos de casa, dentro se escondía una escalera que bajaba en picada hacia un destino oscuro.  
A medida de que me adentraba en aquel lugar un frío se apoderaba de mi ser, quizás fue mi instinto de supervivencia pero fue completamente ignorado por mi cuerpo.
Abajo tenía luces de neón en su firmamento, era definitivamente una ciudad: edificios, tiendas, calles transitadas únicamente por zapatos inquietos. Nadie miraba a nadie, la gente, que bajaba desde otras entradas, se limitaba a fijar los ojos en el piso y adentrarse entre las callejuelas y tiendas que había por todos lados. Mi amigo me recomendó hacer lo mismo, porque resultaba sumamente sospechoso observar a los demás, como cometían un acto probablemente ilícito nadie quería sentirse observado.
- Además los que observan en general viene del otro lado de la línea roja- dijo, misterioso, y yo otra vez ignorante me dediqué a asentir mientras mis ojos bailaban entre los productos que se vendían a mi alrededor: animales exóticos, tiendas de ropa, accesorios, tecnología probablemente berreta, alcohol y drogas eran exhibidas como si se trataran de juguetes.
Juguetes.
Claro! "Vine a Abajo para buscar los repuestos para mi perrito robot" dije, entonces mi amigo me llevó por unas callejuelas no muy lejanas.
- Intentá recordar la salida más cercana a tu casa- pero ese no era mi plan aunque no lo dije.
Me hizo entrar en un negocio donde un amable oriental me mostró el gatito robot, el conejo, pájaro y tortuga, además de modelos que podían caminar y hacer otro tanto de piruetas. Me costó al menos media hora hacerle entender que quería arreglar el juguete por una especie de amor al pasado, no para usarlo.
Le dejé a Poochi, mi amigo me hizo marcarlo en un lugar secreto para evitar ser estafada, por un módico precio me dijo que volviera en un par de días.
Y volví, y aunque el coreano nunca solucionó el problema de mi juguete (según él no tenía tiempo) yo no dejé de ir.
De a poco fui descubriendo más salidas-entradas en distintos puntos de la ciudad, algunas estaban dentro de negocios de Arriba, otras tras puertas misteriosas en el medio de las calles.
Dejé de necesitar a mi amigo para entrar, y pude notar de a poco que en un mes conocía más cosas de las que él había conocido en años de entrar allí.
Fui haciéndome más conocida, por ende más respetada, empecé a avivarme de los estafadores que los había por montones en cada rincón.
Ante cualquier necesidad iba a Abajo, los mercados eran más baratos y variados, y aunque había que tener cuidado de que no te estén vendiendo cosas vencidas, el precio valía la pena.
Empecé a enterarme que la llamada línea roja era literalmente una gruesa línea pintada en el suelo que separaba Abajo en dos: de un lado el amplio mercado negro en el que yo me movía, con distintas entradas. Del otro lado del pincel carmesí los lugares eran más oscuros, no se veían locales sino mas bien casas cerradas y de aspecto lúgubre, figuras completamente tapadas se movían silenciosas, o se mantenían inertes apoyados en una pared, mirando nuestro lado.
A medida de que iba entendiendo a qué se dedicaba aquel lado de la línea empezaba a preocuparme por la ausencia de mi amigo. Había estado tan absorta moviéndome en el mercado que había ignorado por completo el hecho de que hacía días o quizás semanas que mi compañero de aventuras no aparecía.
Y fue un día lluvioso, durante los cuales buena parte de Abajo se inundaba que vi pasar a mi amigo, del otro lado de la línea, sostenido por  dos hombres de aspecto macabro. Alcancé a ver su cara de horror y sin pensarlo me lancé a ellos, mientras de mi lado los siempre cabizbajos levantaban la mirada asustados, preguntándose entre ellos por qué estaba metiéndome en la boca del lobo.
En el dark side también me miraban, pero con la curiosidad que tiene un felino cuando está cazando.
Firme, intentando ignorar mis propios pensamientos, me paré junto a mi compañero, lo tomé del brazo y comencé a arrastrarlo hasta la zona segura. Sentía la tensión en mi cuello y oía pasos que nos seguían, pero ni siquiera para eso me voltee.
Sin hablar, sin responder a las miradas de temor de todos fui hasta la salida más cercana y dejé ese mundo para siempre.
Si bien mi amigo me agradeció, ninguno de los dos volvió a sacar el tema, de a poco fui distanciándome de él hasta que un día me decidí a viajar por el mundo, buscar aquello intangible que desconocía.
Entre nosotros te digo, también me fui por miedo: más de una vez me pareció sentir miradas con malas intenciones siguiéndome en mi vida cotidiana. Además a esas alturas entendía que aquel lado de la línea se dedicaba a mercancía más bizarra y espantosa que juguetes chinos.
Yo no quise entender qué hacía de aquel lado mi joven compañero, y tampoco quise volverme parte de la mercancía.
Nada -y creo que ahí crecí un poco más- nada valía más que mi libertad.

Ya pasó mucho tiempo desde aquel entonces, ahora las miradas en la nuca de aquellos fantasmas no son más que pesadillas lejanas.
No pude escapar de la oscuridad: por mucho que lo intenté no fue hasta hace unos otoños que pude comprenderlo. Ella vive en mi, adentro, muy Abajo de mis cimientos. Como la misma luz de la superficie, en conjunto conforman mi estructura.


miércoles, 25 de mayo de 2016

Una pausa [en el recuerdo].

Revisando las cajas y estantes de una habitación/depósito encontré cuadernos viejos.
Carmesí cerrado hasta la tarde, hoy (feriado) los especiales tienen color blanco y celeste. Una lluvia helada me impide hacer algo más útil que sumirme en los recuerdos.
Encontré una carta dirigida a un fantasma, la idea, en ese momento, era entregársela en mano alguna vez. Hoy me pregunto si podré dársela (si podré ver esos ojos).
Aunque ya no tiene sentido para mi... Todavía no soy fuerte para destruirla. Quedará, entonces, juntando polvo de nostalgia de lo que no fue ni quisiera que hubiese sido.
Y esto no tiene forma de historia pero despierta muchas de ellas.

sábado, 19 de marzo de 2016

La casa de los placeres, segunda parte.


"Por ese entonces estaba en la búsqueda de algo que desconocía, el continente oeste es famoso por la lista de historias fantásticas, las piedras preciosas, montañas místicas, pueblos fantasmas y ciudades oscuras. En una de estas últimas (famosa por su atractivo turístico, casas de té y restourants con grandes estatuas de dragones y peces) tuve una pelea horrible con una persona muy querida, huí del hotel dónde me hospedaba y vagué por las calles de ese lugar hasta que, por hacer unas preguntas, me hice amiga de un grupo de chicas y chicos jóvenes, ellos me invitaron a quedarme en su casa y prometieron mostrarme los atractivos bares-jazz de la ciudad. Y fue en uno de estos lugares que entre copa y copa surgió el mito que me llevó a la capital.
"Primero me preguntaron si ya había pasado por allí, ya que estaba a unos pocos kilómetros y luego empezaron con las historias. Recuerdo muy bien la conversación.
"-hay un spá exclusivo en la zona vieja...-comentó una de las muchachas guiñando el ojo, todos gritaron cosas del estilo 'si sobrevivís' o 'no hablarás de la casa maldita!'- claramente hablo de esa casa, y no solo eso, una prima fué y me aseguró que si tenés el manual para realizar correctamente los puzzles luego entrás en el paraíso terrenal, con manjares, personas hermosas, música celestial y todo lo que pueda desear cualquier ser humano... se dice que se cumplen los deseos, que la casa sabe y te da aquello que buscás... aunque también sé que el castigo por equivocarte o no cumplir el tiempo pautado para solucionar los puzzles se paga con eterno sufrimiento.
"Cuando la joven terminó su relato yo ya estaba reservando por Internet un hotel en la costa norte de la capital. Eso necesitaba, una fuerza mayor que me dijera, mejor aún, que me mostrara lo que estaba buscando."
"Creo que mis nuevos amigos no sospechaban que era tan osada para buscar la casa de la que tanto habíamos charlado, sin embargo uno de ellos me gritó cuando subía al tren que ante cualquier emergencia la página 23 tenía la forma de escapar.
La capital, como rememoramos hace un rato, se divide en dos partes separadas por un río y conectadas por vías aéreas que se escabullen por cada rincón. El sistema es tan eficiente que casi no se ven autos por las calles. Del lado del mar (el cual es pequeño y se conecta al océano por un único canal) es la parte moderna, colosal centro administrativo con cientos de bancos y empresas, los hoteles están a lo largo de toda la costa. El día que llegué un terremoto del otro lado del mundo estaba causando unas olas enormes, aunque estaban controladas preferí escaparme al lado viejo de la ciudad para hacer más averiguaciones sobre la casa de los placeres.
"Tuve suerte, si lo puedo decir así, en el tren que me llevaba a no sabía muy bien dónde, un grupo de asaltantes decidió mostrar las nuevas armas que poseían, advirtiéndonos. Aterrada pero muy acostumbrada a los humanos no-humanos me escondí tras unos asientos y observé a los ladrones. Luego de mas bien palabrerío barato se bajaron con tanta rapidez en una estación que uno de ellos dejó caer un libro de su bolso.
"Aprovechando el susto de los pasajeros tomé el libro que parecía ser una biblia vieja, pero al abrirla encontré unas instrucciones medio confusas.  Inmediatamente supe que era. El destino... el mismo que me llevó misteriosamente hasta la casa. Me bajé en una zona de apariencia muy antigua al límite con el barrio de fábricas y casi hipnotizada reconocí cuál era el lugar que buscaba.
"De apariencia normal, quizás descuidada, una puerta abierta me invitaba a adentrarme en sus fauces y yo caí rendida a la tentación sin pensar en las consecuencias. En cuanto entré la puerta se cerró a mis espaldas, el recibidor era un área amplia de dos ambientes con dos puertas más al final de la habitación. Paneles de madera en las paredes, alfombras rojas y un cantidad excesiva de adornos gigantes que llenaban todo el espacio: la mayoría de madera pero también había vidrieras de exposición con porcelana, bibliotecas abarrotadas de libros, candelabros diversos en el techo y cuadros  rarísimos en todas partes. Una voz masculina me dijo que tenía diez minutos para resolver el puzzle.
"Creo que ahí me percaté del riesgo que corría, la voz amenazante hacía la cuenta regresiva y yo intentaba comprender qué debía hacer. Tras unos minutos se me ocurrió leer el libro y reconocí unos símbolos en cuatro totems, pero las letras estaban borroneadas y aunque comprendí que debía colocar el nombre correcto con la figura correcta cuando la voz  anunció que faltaban treinta segundos para perder me desesperé. Corrí hacia la puerta de salida pero comprobé con horror que estaba cerrada, la segunda puerta también lo estaba y casi que recé para que la tercera no me defraudara.
Estaba abierta, me metí sin pensarlo y, caí en una especie de hueco eterno, a mi alrededor se repetía mientras caía una habitación similar a dónde estaba hace un rato, llena de adornos exagerados.  Pero no dejaba de caer y para sumar a la tortura me di cuenta que algo me estaba siguiendo en mi caída eterna, y sonaba macabro, oscuro, terrible.
"No pude recomponerme rápido, el miedo de que la criatura me alcanzara me paralizó por horas, cuando me di cuenta de que la tortura consistía en justamente una persecución sin fin empecé a idear un plan de salida. Recordé el consejo del joven, página 23, abrí el libro que por suerte aún llevaba conmigo y encontré la pista para salir. Debía agarrar una red que estaba colgada de adorno en algún lado de aquel espacio y engancharla rápidamente del lado opuesto, de esa forma la bestia quedaría atrapada.
"Cuando lo logré un agujero nuevo apareció en una pared, al meterme estaba nuevamente en el recibidor. La puerta del laberinto se cerró,  yo caí al suelo llorando e intentando acostumbrarme a la imagen quieta que tanto añoraba. Una voz femenina me dijo que el diario con las instrucciones para acceder al paraíso lo tenía que recibir de un par de ojos grises, que lo merecía por sobrevivir.
"La puerta de entrada se abrió y yo me arrastré hacia la hermosa luz del día. Así estuve, tirada bajo el sol del atardecer un rato hasta que los hermosos ojos grises que tanto quiero, aquí presentes, me despertaron de mi ensueño".
Los ojos grises sonrieron.
  - se lo tomó igual bastante bien-le dijo al extranjero- ella me contó su experiencia con paz  y casualmente me acababa de enterar de la existencia de uno de los manuales en una universidad cercana que estaba en receso de verano. La guié no sin antes pasear por los barrios viejos que me gestaron. Luego de eso la mandé de vuelta a la casa embrujada e ignoro que le sucedió luego.
Era tarde, al menos las dos de la mañana, la historia había terminado por ser como esa caída, eterna. Comencé a levantar las tazas y copas ya vacías hace rato.
"Y nada más, resolví el puzzle con las instrucciones correctas y entré a uno de los paraísos más hermosos que visité" concluí.
  - increíble- dijo el viajante extasiado- de todas formas por el castigo prefiero visitar otra aventura... y vos? Ahora pensás arriesgarte de vuelta?
  - no sé en qué consistiría un segundo castigo asi que espero que la voz femenina no me esté engañando- contestó el jóven de ojos grises mientras guardaba el librito.
  - suerte con eso... pero tengo una última pregunta...-me miró fijamente- descubriste qué estabas buscando? Qué era?
"Si" dije ruiseña "pero es un secreto".
  

viernes, 18 de marzo de 2016

La casa de los placeres, primera parte

Estaba charlando con un cliente (de aquellos viajeros  fugaces que suelen visitar Carmesí) cuando entró por la puerta una cara que me resultó conocida.
"Ahh" dije, recordando, "mi amigo citadino..." y si, era aquel gran compañero de la infancia, con quién había compartido tantos viajes y aventuras, aquel muchacho de ojos grises que vió el miedo, la desesperación, las lágrimas y emociones cruzar mis pestañas.
  - Volví... - respondió sonriente y se sentó junto al otro cliente, en la barra.
"Es raro que estés por acá, esta ciudad llena de conflictos no parecería ser un destino ideal para vos..."
  - Por supuesto que vine a verte nada más, pero esta vez de interesado, aunque pienso volver en otra ocasión para charlar de historias...
"Siempre tan melancólico..." suspire mientras colocaba en la mesa el cortado mediano que sabía que quería "de todas formas las historias siempre surgen".
- En parte es cierto, porque voy a tener que desenterrar una anécdota para pedirte un favor... te acordás de la capital del continente oeste?
Por un momento suspiré, invadida por la nostalgia, "cómo olvidarla..." pensé y rememoré en voz alta las caracteristicas de ese lugar tan enorme, tan colosal que provocaba escozor, la ciudad separada por el gran río, del lado moderno la costa con olas caprichosas enormes ( el afán de los pescadores por conseguir los preciados manjares de ese mar misterioso...) , la parte antigua con edificios enormes y callejuelas que se desarman en preciosos azulejos y baldosas de tiempos pasados, el sistema de vias que cruzan el firmamento para conectar de una punta a otra esa capital impresionante...ah... también lo terrible, la soledad los primeros días, los peligros que conlleva vivir en un lugar con tanta diversidad de gente, yo jóven, aventurera, cabezona y persistente intentando develar un mito de la ciudad, una leyenda urbana que habla de una casa antigua y peligrosa, pero que tras el terror encontré un paraíso de placeres terrenales...
Y me detuve " no será...?"
  - si, vengo a buscar el librito para intentar pasar las pruebas...y entrar en la casa.
"Uf, pero por qué viniste tan lejos? No es que la misma ciudad tiene miles y miles de manuales con las instrucciones?" Contesté, preocupada, recordando el castigo por no hacer bien las cosas en aquel momento.
  - ya fui, ya me equivoqué y me salvé (gracias a lo que me contaste) y la voz me dió una segunda oportunidad diciéndome que consiga el manual que te ayudé a buscar...
En fin, pensé, aliviada, "tendré que dártelo" me incorporé de mi lado del mostrador y me fui a la parte de atrás del café, Sopa dormitaba sobre el sillón del escritorio, como adivinando que estaba buscando algo por ahí.
Hasta entonces el cliente viajante estaba más que interesado.
  - Me gustaría saber más de todo ese asunto que cuentan...- dijo mientras yo volvía con el pequeño cuaderno entre mis manos.
"Es un relato largo y lleno de emociones" dije, obviamente exagerando "pero en este lugar disfrutamos de esa clase de cosas, y más si son exigidas por alguien".
Pensé un rato mientras ambos fijaban su mirada en mi.
"Todo empezó como siempre, con una historia increíble..."

viernes, 12 de febrero de 2016

Primer recuerdo.

Carmesí oscuro, sepulcral. J. Coltrane suena nostálgico mientras ceno una sopa de zapallo del otro lado del mostrador.
Afuera el eterno sonido de las bombas lejanas es tapado por el olor y delicado caer de la lluvia.
Un miércoles creo.
Se abre la puerta con el típico sonido de campanilla antigua y reconozco el olor que entra.
"Al fin" digo, sonriente, y preparo un café grande para este visitante "pasaron como dos semanas y pensé que no ibas a volver nunca, Carmesí estuvo tan abandonado..."
-alguien tiene que bailar sobre los agujeros del piso, no?-
Se sienta en la barra dejando a un lado su tapado empapado y un suave aroma a Virginia Slim, por alguna razón me cuesta mirar su rostro, ES difuso o quizás yo esté sin los anteojos.
"Por dónde empiezo?"
-por el principio.
"odio empezar por el principio" respondo armando frente a él dos juegos de café.
-entonces por la mitad.
 "Primero estaba perdida, no recuerdo bien, el lugar exacto es una ciudad de veraneo con lagos y estanques al final del continente, pero es un misterio el cómo llegué a aquel específico lugar, porque yo tomé conciencia cuando ya estaba dentro del recinto.
"conocía la historia de los hombres-pájaro, aunque creía improbable tal hazaña, quizás por eso terminé disfrazándome de periodista con la trenza, los anteojos y la libreta en mano, mi plan era descubrir si esos seres existían.
"En ese momento era más valiente que ahora. Tomé conciencia de que mi trabajo era entrevistar a quienes estaban en el lugar, y es en ese mismo momento empecé a percatarme de cómo era el espacio en el que estaba: una especie de enorme cancha de futbol sin techo, las paredes consistían en kilómetros y kilómetros de cañerias, por todo el lugar unos altos postes unidos por finos hilos adornaban el eterno firmamento. Mirando hacia arriba distinguí figuras humanas que saltaban y planeaban entre los postes, sosteniéndose cada tanto. En medio del espectáculo se me acercó un jóven artista que me contó sobre aquella escuela de planeadores aunque casi inmediatamente cambió de tema.
"me dió unas fotografías que hoy podés ver ampliadas, enmarcadas y colgadas en el pasillo que va a los baños, son las cañerías de aquel lugar. Como te decía el muchacho entonces me dió las fotos, seguramente creyendo que era en serio una periodista, yo medio confundida seguí con el juego porque en el fondo me encanta fingir que soy otra persona, esperé una explicación de por qué me daba aquellas fotos a lo que él me arrastró hasta la pared más cercana.
"Él me contó que las fotografías las había hecho una fotógrafa incomprendida, me contó que ella habia intentado captar la perfecta simetría de las cañerías, los increíbles caminos que recorría formando una pared de laberintos, mientras él me relataba la visión de la muchacha, cada vez me resultaba más claro lo que decía, la pared llena de caños resultaba muy interesante, intrincada, en cierto modo...hermosa.
"Hermosa, si, una belleza delicada, tan sutil, dios, qué tontos, ¿cómo ellos osaron burlarse de la fotógrafa?
"Ilusos, yo pensaba, simples, cómo no pudieron apreciar la belleza y perfección escondida en esa pared? son tan pocos los afortunados...
"Al joven le emocionó que entendiera y por eso me ofreció enseñarme a planear, pero te cuento una cosa, no tuvo que enseñarme porque yo salté y sin entender cómo ya estaba entre los altos postes moviéndome primero ágil, por momentos temerosa.
" mi relato termina cuando me di cuenta que no sabía dejar de planear, medio asustada e ignorando las indicaciones del artista comencé a caer en picada y terminé en el recinto contiguo, siendo más específica en un estanque lleno de algas enormes. Las pobres fotos se mojaron y por eso tienen una superficie más bien arrugada, pero las guardé con mucho cariño porque me recuerdan que lo hermoso puede estar escondido en los lugares más extraños".

Finalizado mi relato ambos nos quedamos en  precioso silencio, yo recordando feliz mis días como viajante y mi acompañante intentando cazar quizás alguno de esos recuerdos. Él se estaba terminando su café mientras que el mío estaba heladamente intacto.
-cuanto es?- dijo dando por terminada la noche, sonriente, pacífico.
"invita la casa"
-la historia también es gratis?-
"ah, esa es cara..."